El Sello del Dios Vivo: ¿Sábado, Carácter o Espíritu Santo? La Verdad Final del Último Sellamiento

El Sello Olvidado: Cómo el Espíritu Santo Graba el Sábado en el Corazón del Remanente

Por Jose M Suazo, un teólogo adventista del séptimo día

"No contristéis al Espíritu Santo de Dios, con el cual fuisteis sellados para el día de la redención." — Efesios 4:30


I. EL DEBATE MODERNO SOBRE EL SELLO DE DIOS

En los últimos años, han surgido entre los círculos de estudio bíblico diversas interpretaciones en torno al sello de Dios mencionado en las Escrituras, especialmente en Apocalipsis 7 y 14. Algunos sostienen que el sello no es el día de reposo, sino el carácter de Cristo en el creyente; otros, que es el nombre de Dios impreso en la mente; y no faltan quienes afirman que el Espíritu Santo mismo es el sello. Sin embargo, la inspiración nos llama a “examinarlo todo y retener lo bueno” (1 Tes. 5:21), y a mirar no solo el símbolo, sino la relación entre el sello, el agente sellador, y el resultado del sellamiento.

Para entender con exactitud la naturaleza de este sello, debemos escudriñar los textos donde el apóstol Pablo habla del “sello del Espíritu Santo”, y penetrar en el significado original de las palabras griegas empleadas. Acompáñame en esta expedición de investigación teológica bíblica.


II. EL SELLO DE DIOS EN EL LENGUAJE DEL NUEVO TESTAMENTO

En Efesios 1:13-14 leemos:

“En Él también vosotros, habiendo oído la palabra de verdad, el evangelio de vuestra salvación, y habiendo creído en Él, fuisteis sellados con el Espíritu Santo de la promesa, que es las arras (arrabōn, garantía) de nuestra herencia hasta la redención de la posesión adquirida.”

La palabra traducida como “sellados” proviene del verbo griego σφραγίζω (sphragízō), que significa marcar con un sello, autenticar, o certificar propiedad y protección. En la antigüedad, el sello de un rey o propietario no era el sello en sí mismo la figura del anillo o el metal, sino la marca impresa que testificaba autenticidad y autoridad. El Espíritu Santo, entonces, es aquel que realiza la acción de sellar, no el sello mismo.

El texto no dice que el Espíritu Santo es el sello, sino que “fuisteis sellados con el Espíritu Santo” —en griego, en tō pneumati tō hagiō—, lo cual implica instrumentalidad. Es decir, el Espíritu Santo es el instrumento o agente sellador, no el sello en sí.

La misma construcción se observa en Efesios 4:30:

“No contristéis al Espíritu Santo de Dios, con el cual (en hō) fuisteis sellados para el día de la redención.”

El caso dativo instrumental en hō confirma que el Espíritu Santo es el medio mediante el cual se efectúa el sellamiento, pero no el contenido o símbolo de ese sello. Es decir, El Espíritu Santo es Dios, por lo tanto no puede ser ser una cosa como un sello, es mas entendible como lo presenta el apóstol Pablo, como el que sella, Dios sellando por medio de los ángeles.


III. EL SELLO DE DIOS EN EL ANTIGUO TESTAMENTO: SU NÚCLEO SABÁTICO

El Antiguo Testamento revela con claridad qué constituye el sello divino. En Ezequiel 20:12 y 20, Jehová declara:

“Les di también mis sábados, para que fuesen señal entre mí y ellos, para que supiesen que yo soy Jehová que los santifico.”

La palabra hebrea traducida como “señal” es אוֹת (ʾōth), que significa marca distintiva, emblema, insignia. Esta señal del Creador es inseparable de su ley y de su autoridad como Legislador.


En toda Escritura, el sello auténtico de Dios se compone de tres elementos:

  1. Nombre del legislador: YHWH (El nombre sagrado de Dios (YaHWeH)

  2. Título o autoridad: Creador del cielo y de la tierra

  3. Jurisdicción: Cielos y tierra (Éxodo 20:8-11)

Estos tres elementos se encuentran en el cuarto mandamiento, y en ninguno otro. Por tanto, el sábado del séptimo día constituye el sello legal del Decálogo: el signo que identifica al Dios verdadero y distingue a su pueblo leal.

La importancia de este día no solo se revela en el Sinaí, en el centro de los 10 mandamientos únicas palabras escritas por el dedo de Dios, esa autoridad ya se expresaba con gran exaltación desde la creación misma cuando el señor terminó de crear selló su creación separando un periodo de 24 horas reservadas exclusivamente para que toda la creación reconozca al Todopoderoso como su Creador. Ese día según Génesis 2:1-3 es el séptimo, al que se le llama desde entonces Shabbath o día de Reposo.

Elena G. de White confirma esto al declarar:

“El sello de la ley de Dios se encuentra en el cuarto mandamiento. Este solo de los diez contiene el nombre y el título del Legislador. Cuando el sábado sea comprendido en su verdadero significado, se verá que es el sello del Dios vivo.”El Conflicto de los Siglos, p. 452.

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IV. EL ESPÍRITU SANTO: EL AGENTE SELLADOR

Si el sello es el sábado, ¿qué papel cumple el Espíritu Santo?
El apóstol Pablo y la Sierva del señor lo aclaran con majestuosa armonía. El Espíritu Santo no es el sello, sino el agente sellador, el poder divino que imprime en el alma la fidelidad a la ley y escribe la ley en el corazón (Heb. 8:10). 

“El Espíritu Santo es el agente que imprime el sello de Dios en el alma.”Mensajes Selectos, tomo 2, p. 39.

El Espíritu Santo, al obrar en el creyente, lo conduce a obedecer toda la ley, y por tanto, a honrar el día que Dios apartó como señal de santificación. El sello, entonces, no es meramente un símbolo externo, sino la manifestación visible de una transformación interna obrada por el Espíritu.

De esta manera, podemos distinguir tres realidades:

  1. El Espíritu Santoel agente sellador

  2. El sábado del séptimo díael sello o señal visible

  3. El carácter de Cristoel resultado del sellamiento en el corazón del creyente

Estas tres verdades son reconciliadas en las escrituras cuando se estudia en profundidad este tema del sello de Dios. 

Cuando leemos en Hebreos 1:7

"Ciertamente de los ángeles dice: El que hace a sus ángeles espíritus, Y a sus ministros llama de fuego" 

Ángeles y Ministros en este contexto se refiere a ángeles, ministradores, es decir, ángeles del cielo realizando la voluntad de Dios. Cuando leemos lo que sucede el el día de Pentecostés lo entendemos mucho mejor.

"Cuando llegó el día de Pentecostés, estaban todos unánimes juntos.  Y de repente vino del cielo un estruendo como de un viento recio que soplaba, el cual llenó toda la casa donde estaban sentados;  y se les aparecieron lenguas repartidas, como de fuego, asentándose sobre cada uno de ellos.  Y fueron todos llenos del Espíritu Santo, y comenzaron a hablar en otras lenguas, según el Espíritu les daba que hablasen." (Hechos 2:1-4) 

Ángeles que son espíritus (vientos) y Ángeles (ministradores) que son llamas de fuego fueron las características que inundaron aquel día el aposento alto, el resultado fue que fueron llenos de la presencia del Espíritu Santo por medio de los Ángeles. Recordemos que el Espíritu Santo es la tercera persona de La Divinidad Celestial. 

Cuando leemos en Apocalipsis 5:6 vemos allí por primera vez a Cristo después de la ascensión, es decir, entendemos que el capitulo 5 de Apocalipsis es la entronización de Cristo en el templo celestial, después de su ascensión, y la primera vez que aparece en ese contexto, es en esta cita:

"Y miré, y vi que en medio del trono y de los cuatro seres vivientes, y en medio de los ancianos, estaba en pie un Cordero como inmolado, que tenía siete cuernos, y siete ojos, los cuales son los siete espíritus de Dios enviados por toda la tierra." (Apoc. 5:7)

Es en ese momento cuando hay un relevo en el cielo, El Hijo es entronizado y El Espíritu Santo enviado a la tierra, y su primera misión fue llenar el aposento alto, pero cuando vino, venia como el agente que dirige a los santos ángeles. Esa es la escena que vemos en pentecostés, ángeles en forma de llamas de fuego y en forma de vientos fuertes (espíritus) que llenaron la casa y se posaron sobre cada uno de aquellos hijos de Dios consagrados y preparados para la obra.

V. EL SELLO, EL NOMBRE Y EL CARÁCTER DE DIOS EN LOS 144,000

El Apocalipsis describe a los 144,000 como los sellados del Dios vivo:

“Y vi a otro ángel... que tenía el sello del Dios vivo... diciendo: No hagáis daño a la tierra... hasta que hayamos sellado en sus frentes a los siervos de nuestro Dios.” (Apoc. 7:2-3)

Más adelante, se dice de ellos:

“Y tenían el nombre de su Padre escrito en sus frentes.” (Apoc. 14:1)

El “nombre del Padre” no es una marca literal, sino el reflejo de su carácter santo. En la cultura hebrea, el “nombre” (shem) representa la identidad moral y espiritual. Por tanto, el nombre en la frente simboliza el carácter de Cristo reproducido en el creyente. Pero este carácter no surge del esfuerzo humano, sino de la obra santificadora del Espíritu que graba la ley —y con ella el sábado— en las tablas del corazón.

Elena de White comenta:

“El sello del Dios vivo será puesto sobre los que mantienen el sábado del Señor, los que aman y obedecen todos los mandamientos de Dios.” Testimonios, tomo 8, p. 117.

Y añade:

“El carácter de Cristo será perfectamente reproducido en su pueblo cuando Él venga a reclamarlo como suyo.” Palabras de Vida del Gran Maestro, p. 47.

Acordamos según lo que vemos en la biblia y el Espíritu de Profecía que el nombre de Dios es la frente del creyente no es una marca literal sino moral y espiritual, es el resultado del sello de Dios, es el carácter de Cristo reproducido en la vida del sellado. Con relación a la ultima generación de justos vivos en la tierra, ¿Cuál es entonces el sello del pueblo de Dios que produce la preproducción del carácter de Cristo en la vida del creyente?


VI. EL SELLO Y LA PRUEBA FINAL DEL PUEBLO DE DIOS

Cuando el decreto dominical sea promulgado y el mundo sea dividido en dos bandos —los que adoran al Creador y los que adoran a la bestia—, el sábado será el punto visible de lealtad. El Espíritu Santo, entonces, habrá completado su obra selladora, y el carácter de Cristo resplandecerá en los 144,000 como un testimonio viviente.

En este tiempo del fin, tiempo de la ultima generación, y de la iglesia de Laodicea Dios, por medio del Espíritu Santo y el ministerio de los ángeles sigue sellando a sus fieles por medio de la señal que nos recuerda que fuimos creados y redimidos por Dios en la persona de Cristo, el cuarto mandamiento como señal de obediencia de los verdaderos hijos de Dios. Solo los sellados podrán estar preparados para la gran tribulación final.

Será el tiempo de la angustia de Jacob, donde la fe será purificada como oro, y el sello será probado bajo el fuego de la persecución. En ese momento, ni Cristo ni  el Espíritu Santo ya no intercederá, pero su obra permanecerá impresa en los fieles: el nombre de Dios en sus frentes y el carácter de Cristo en sus vidas como resultado de la aceptación del sábado como sello de Dios, que los separa del mundo y los aparta para vida eterna.

“El sello del Dios vivo no se pondrá sobre la frente de ningún hombre o mujer impuro. Todos los que reciban el sello deben reflejar la imagen de Jesús completamente.” Primeros Escritos, p. 71.

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VII. CONCLUSIÓN: EL SELLO ETERNO DEL DIOS VIVO

En resumen, el sello de Dios en el tiempo del fin no es una emoción, ni una experiencia mística, ni una simple disposición del alma. Es la marca divina de lealtad al Creador manifestada en la observancia del sábado y asegurada por la obra santificadora del Espíritu Santo.

El Espíritu Santo sella al creyente con la ley de Dios; el sábado testifica externamente de esa lealtad; y el carácter de Cristo es el fruto glorioso del proceso de sellamiento.

En el tiempo cuando la gracia cese, aquellos que hayan permitido al Espíritu escribir la ley divina en sus corazones serán hallados sin mancha delante del trono, sellados para la eternidad. Sobre ellos estará escrito el nombre del Padre, símbolo de pureza, santidad y victoria.

“Y verán su rostro, y su nombre estará en sus frentes.” Apocalipsis 22:4

Así culmina el propósito del sellamiento: una humanidad restaurada a la imagen de su Creador, descansando eternamente en su sello eterno: el sábado del Dios vivo.

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